Friday, June 18, 2010

Me autoelimino

Hoy, exactamente a las 7:15 del día, decidí cerrar este blog. ¿Por qué? Porque le digo adiós al Mundial. No estoy molesto ni frustrado, porque no soy tonto y descubro a tiempo el peso engañoso de las ilusiones. Sencillamente veo que ya no tiene sentido, que no se justifica el tiempo invertido, que es mejor leer o escribir libros. La revelación, repito, vino a las 7:15 de la mañana; y el detonante no podía ser más oportuno y más triste: lo peor que le puede pasar al fútbol es que el árbitro se convierta en protagonista. Y así ocurrió en el encuentro entre Alemania y Serbia, donde el árbitro español Ondino hizo gala de severidad mostrando amarillas y rojas a diestra y siniestra en un juego donde nunca hubo malicia. Hasta ahora el arbitraje había sido inobjetable. Pero al parecer el destino ha querido que en lugar del equipo español brille un árbitro de la Madre Patria. Doble mala suerte para España.
Repito, aquello fue solamente un detonante. Las razones se fueron acumulando y paso a enumerarlas:
1.- El la primera semana del Mundial he visto una cantidad innumerable de equipos malísimos e indignos. Esta es una doble desgracia, porque la dignidad muchas veces eleva a los equipos débiles o mediocres. Y la dignidad solamente se conserva cuando se lucha honorablemente, oponiendo talento a talento, jugando a ganar a pesar de las limitaciones, creciendo en la adversidad, haciendo mucho con poco. Eso ya no pasa en los mundiales, mucho menos en este, que hasta ahora es el peor. Los equipos malos sólo quieren ser espejos de sí mismos, quieren mantener su identidad, no buscan ir más allá. ¿Cuál es entonces la receta del éxito? 9 jugadores en el mediocampo impidiendo la creatividad contraria, 9 jugadores en la defensa para rechazar todo peligro, 5 defensas en la línea de gol para que el arquero no se sienta solo, búsqueda insólita de un golpe de suerte que convierta su miseria en triunfo. Es la historia de Grecia, Suiza, Argelia, Eslovenia, Eslovaquia, Serbia, Australia, Nueva Zelandia, las dos Coreas, Uruguay, Paraguay, Italia y muchos otros. Como los equipos buenos sabían que esto iba ocurrir, decidieron también ser cautos, apostar por la defensa sólida, para evitar sorpresas desagradables. Hay un puñado de equipos dignos: Alemania, Holanda, España, México, Estados Unidos, Inglaterra, Costa de Marfil, Brasil e Inglaterra. Pero con 9 equipos que solamente son dignos, que no tocan la grandeza, no se puede hacer un mundial.
2.- Estoy acostumbrado -mal acostumbrado tal vez- al fútbol épico. Me gustan las grandes batallas que se graban en la memoria por la calidad de los equipos, los jugadores, las jugadas, los goles. Me gustan encuentros similares a los que protagonizaron Rusia y Brasil en el 82, Rusia y Holanda en el 88, Alemania e Italia en el 70, Inglaterra y Camerún en el 90, México y Argentina en el 2006, Francia y Brasil en el 98, Holanda y Checoslovaquia en el 2004. Esos encuentros son cada vez más raros. En la década de los setenta y ochenta eran cosa común en los mundiales, donde todo partido tenía algo de grandeza. Ahora lo que abunda es la mierda. Tener que ver un encuentro entre Suiza y Grecia debe ser la obligación más melancólica de la tierra. El evento espera por su poeta.
3.- Hay una tercera categoría de equipos. Una categoría que en este mundial sólo tiene un representante: Portugal. Los lusitanos son un enigma negativo. Tienen talento de sobra para llegar lejos. Nunca juegan en busca del empate estratégico. Atacan y quieren ganar. Pero como la realidad nunca se acomoda a los sueños, comienzan a desesperarse y a ejercer una práctica que se está volviendo peligrosa tradición: el juego sucio. Los portugueses paten las piernas del rival, usan los brazos y los puños para abrirse paso, practican el insulto desvergonzado (en el partido contra Costa de Marfil, era normal ver a Carvallo y Ronaldo gritando a viva voz "fuck off"). El paso de Scolari por el fútbol lusitano ha tenido consecuencias trágicas.
4.- La intervención intelectual. Desde México hasta España, los intelectuales han comenzado a hablar y escribir de fútbol. Es una suerte de fiebre que ha llegado hasta Chicago. La mayoría de los escritores pretende ir más allá del fútbol, quieren hablar también de su vida y su pasado. Los recuerdos relacionados con Pelé y Maradona se mezclan con nostálgicas memorias familiares; circulan entonces por el texto padres amorosos, amigos perdidos, novias que no fueron, etc. Pura paja, pura paja. Cuando el intelectual no hace eso, quiere ser experto. Así, en el blog de Letras Libres, un pobre infeliz se atreve a corregir las fallas del entrenador mexicano, el Vasco Aguirre, sugieriéndole incluso a quién debe alinear, en qué posición poner a fulano y qué esquema es garantía de triunfo. El hecho de que Aguirre casi nunca explique sus decisiones se debe a que conoce la extensión y el atrevimiento de la ignorancia. Ha tejido glorias en el Atlético de Madrid y su currículum es francamente notable, es ridículo que venga un pinche ratón de biblioteca a decirle lo que tiene que hacer.
5.- El inevitable hombre de empresa. Para evitar las cosas grotescas a que nos acostumbra Univisión, elegí ESPN. Es igual en todas partes. El inevitable hombre de empresa está allí. Todas las compañías del mundo son ahora mundialistas, los jugadores, como putas, salen en todos los comerciales. Revistas como Vanity Fair, que nada tiene que ver con el fútbol, tiene a Ronaldo en la carátula. Se trata de campañas monstruosas para crear ídolos de barro. Quién no sabe que Totti tiene la inteligencia de un caballo, pero no su elegancia; nadie ignora la soberbia de Ronaldo; todos sabemos cuán iletrado puede ser un jugador, pero aún así, saltándose el proceso de alfabetización, puede convertirse en semi-dios. He allí una de las grandes señales del subdesarrollo. Dudo mucho que en Francia o Alemania los niños colecciones figuritas de futbolistas en álbumes multicolores. En el año 82 -qué año para el fútbol, Dios mío- uno podía escuchar con placer a Sócrates. Hombre culto, se había graduado de médico antes de entrar al Corinthians. Encima era militante del partido socialista. Pero militante con criterio.
6.- El afán de victoria. Todos quieren ganar. Es hipócrita quien diga que no. En Argentina se desviven defendiendo el buen fútbol, la creatividad, la imaginación y el talento, pero si campeonan no les importa cómo: por eso tuvieron a Bilardo. Igual ocurre en Brasil. Quisieron olvidar el fracaso del 82 y nos dieron la victoria triste del 94. Los mejores de todos los tiempos jamás campeonaron: ni Sócrates ni Cruyff levantaron la copa. ¿Por qué? Porque para ellos lo primero era la dignidad del juego, su belleza. La victoria le permite soñar al pequeño, pero la historia no lo salva porque el pequeño jamás dejará de serlo. ¿Quién recuerda que Grecia ganó la Euro del 2004? Los que tienen buena memoria, recuerdan más bien la manera infame en que la ganó.
Por mi hermano me acabo de enterar que perdió Alemania. No me sorprende. La estrella del partido fue el árbitro, que quizá no vuelva a arbitrar en este mundial ni en ningún otro. Pobrecito. Es un alma apasionada. Sabe Dios qué traumas lo llevaron a decisiones tan aguerridas. Tiene suerte de que en Alemania no hagan berrinches. Klose casi ni protestó su expulsión. Para la prensa alemana el hecho será noticia de un día, quizás de un par de horas. Otro fue el cantar cuando cierta basura expulsó a Totti en el 2002; los italianos lloraron por cuatro años consecutivos e inventaron un nuevo modelo de inodoro al que bautizaron con el nombre del infeliz árbitro ecuatoriano que tomó la drástica medida.
Adiós Mundial. Voy por un té y a disfrutar de una mañana esplendorosa sin fútbol.
Araña Negra

Tuesday, June 15, 2010

Cosas horribles que nos trajo este Mundial

No hablemos exclusivamente de fútbol. Ya dijimos lo necesario sobre Alemania, el mejor cuadro hasta ahora; y lo mínimo sobre Grecia, el peor de lo que queda. Cuidemos nuestro corazón de rencores inútiles y con el alma en paz esperemos que todos los malos se vayan en la primera ronda. Que queden solamente aquellos que brillan, aunque nos ofrezcan su talento a cuentagotas, aunque se guarden lo mejor para las rondas finales. Tal vez Lampard, Snejder o Fabiano no han mostrado lo que valen, pero lo harán cuando menos lo esperen los envidiosos de siempre.

Mientras tanto, señalemos las cosas horribles que trajo este Mundial, ordenadas según el grado de asco que generaron en este pobre blogger, que ni siquiera piensa explicar el por qué de su desdén y su enojo:

1.- El balido de Shakira. Como si no hubiera talento suficiente en Africa, la FIFA decidió continuar la tradición del mal gusto. Ricky Martin por lo menos cantaba. Enrique Iglesias es indefendible. Shakira, Dios mío, es un castigo.

2.- La cara de Juanes. Al principio yo pensaba que se trataba de muchos. Pero hay en realidad un solo Juan con nombre plural. El misterio de la "s" no lo conozco ni quiero conocerlo tampoco. El flaco canta pura escoria y a sus tatuajes orlados prefiero, con sinceridad, los del preso. Nada malo en este pobre engendro.

3.- El reemplazo de Dorismar. Como la flaca argentina ya no está para enseñar las nalgas en las calles de Pretoria, Univisión se ha conseguido una culona brasileña que grita como el topogigio y se sabe la biografía entera de Kaka. Sí, para Univisión el fútbol no es cosa seria ni cosa de pies tampoco, es parada militar de banderas y culos.

4.- Las reseñas de Quintín. Por si no lo saben, Quintín anima uno de los blogs más populares de latinoamérica: La lectora provisoria. En él escribe de cine, literatura, política y fútbol. En los tres primeros rubros a veces deja ver una aguda inteligencia. En el último cojea. Se convierte en un viejito gruñón y mentecato, un verdadero compadrito a veces. Su desdén lo aplica por igual a Ballack o Sneijder; su odio tiene como blanco a Brasil y a Dunga. Cuando el sentido del humor le falla, pide que se suprima del fútbol el primer tiempo de los partidos porque la diversión siempre está en el segundo. Cuando no se atora con bife y tomates, mira hasta el cansancio los partidos de la liga argentina, según su gusto provinciano, mucho mejor que el Mundial.

5.- Don Francisco y Chilavert. Para Univisión, no hay mejor comentarista que Don Francisco cuando se trata de ver el futuro de la selección chilena. El pobre disimula su indigencia en materia de fútbol hablando de los días que pasó en Sudáfrica. Univisión, verdadero estercolero hispano, no se contenta con este viejo achacoso; tiene que regalarnos además al inevitable Chila, filósofo de lupanar metido a arquero en tiempos en que la pelota era cuadrada.

6.- El inevitable hombre blanco. Los comentaristas ingleses pues. Ya no cazan leones en la India, ya no buscan el origen de los ríos africanos, ya no colonizan tierras en nombre de la reina y el imperio. Pero todavía ríen cuando ven que un coreano hace una jugada de lujo, como si la cosa fuese imposible. Y si antes, en tiempos de la Revolución Industrial, pregonaban el vigor y el empuje; hoy son más conservadores que mi tía Marcelina; hasta en el fútbol. No dudan en resaltar las cualidades defensivas de un cuadro, así el mismo juegue sin un solo mediocampista o delantero y tenga 4 arqueros clavados en la línea de gol.

Para contrarrestar los efectos de esta marea degradante, qué mejor que algo realmente bueno, algo maravilloso, como esta canción de Ismael Lo:

Monday, June 14, 2010

¡Viva Alemania!




La primera ronda de partidos está a punto de terminar y el balance es tan pobre, que uno quisiera que el Mundial siempre se celebre en Europa. Piense el lector en las experiencias tristes del 94 y el 2002: mundiales horribles, que bien terminaron en penales o escándalos bien disimulados por la Fifa y por la prensa (me refiero al partido Brasil-Bélgica). En cambio, cuando el Mundial es en un país europeo, debemos prepararnos para los partidos épicos e inolvidables, cuyos protagonistas son los sospechosos de siempre.

La Araña Negra no es ingenua, y supo desde un principio que este Mundial no sería bueno, aunque conservaba la esperanza de que no fuera tan malo. Después de ver a Grecia, Eslovenia y Argelia, esa esperanza casi se desvanece por completo. Nunca el fútbol fue tan feo. Parecía -no bromeo- la liga provincial del Perú, con la diferencia de que en los Andes siempre hay uno que otro anónimo héroe que la hace de lujo cuando la inspiración le aconseja.

Pero bueno, en eso estábamos. Cuando de pronto llega Alemania. Un equipo enteramente juvenil, multiracial, multinacional, y sin más ambición que ganar bien. El cuadro cambia por completo. Los pases son precisos, la creatividad hace que el juego fluya en toda la cancha, se instaura un ritmo y se impone un estilo. Eso de que los alemanes son unos robots -como solía afirmar Pelé- es una soberana tontería. Ozil, en un par de años, no tendrá que envidiarle ninguna cualidad a Messi; Lham es el mejor del mundo en su posición de juego; Klose es admirable como jugador e individuo -mírele usted el semblante, la actitud, tan distante de esa soberbia que las multinacionales crean puliendo la imagen de tanta bestia que en su vida ha tocado un libro. Los demás son igual de buenos; el equipo entero quiere sustituir a Holanda en el corazón de aquellos que amamos el fútbol como arte.

Demoler a Australia no es fácil. Es como demoler a esos equipos que meten a todos sus jugadores en el mediocampo para anular la creatividad del rival, para estancar el juego y generar el empate estratégico o la victoria milagrosa. Todos esos equipos son hijos de Italia. Su lema es "no dejar jugar", porque debido a un complejo de inferioridad se cree que el rival siempre es mejor -lo cual, desgraciadamente, suele ser cierto. Desde 1986, el fútbol se orienta por ese camino porque le permite al pequeño soñar que es grande: Grecia fue campeón de la Euro en el 2004 y con eso lo digo todo.

Pero Alemania siempre fue grande porque siempre halló la llave. Y en esta ocasión, como suele hacerlo, demostró que encontrar esa llave no es difícil. Basta con jugar bien. La imaginación, la velocidad controlada, la inteligencia colectiva, el espíritu de combate y el sentido del ritmo, siempre se imponen a la rigidez si se persiste, si se es fiel al estilo propio y se juega con honor. Sí, a diferencia de otros cuadros con más nombre y jerarquía, Alemania propone una ética de la que no va a distanciarse en todo el torneo. Sin esa ambivalencia de un Brasil que a veces quiere jugar bonito, sin los sueños desmesurados de esa Argentina huérfana de Riquelme, sin ese aparato mediático que ha engrandecido a la selección de Fabio Capello, Alemania nos ha dado otra vez una lección de humildad, mesura y estilo. Por esta verdad sencilla, que viva Alemania.

Una mirada a los torpes más goles



por Gerardo Cárdenas


Es inevitable. En una justa de alta tensión como lo es un Mundial alguien va a cometer, en algún momento, una tontería memorable. Los aficionados de ese equipo se desesperarán, clamarán al cielo, se desgarrarán las vestiduras y habrá llanto y rechinar de dientes. Los aficionados del rival se descojonarán de la risa y secretamente se felicitarán que el momento de fugaz estupidez haya caído en campo contrario.

La tontería puede ser irrelevante, o puede tener consecuencias desastrosas. Si pasa lo segundo, entonces ese momento se recogerá en los anales de la historia negra del país victimizado por la instantánea gilipollez.

En ese sentido, el sapo que se tragó en Rustenburg el arquero de Inglaterra, Robert Green, y que permitió a Estados Unidos el empate 1-1 en el inicio de las hostilidades del Grupo C podría ser una de las burradas que se queden para siempre en el álbum de los gafes mundialistas. O no. Todo depende de si el empate entre ingleses y estadounidenses tiene alguna consecuencia en quién pasa a la segunda ronda, y quién queda eliminado.

Green, a quien el técnico Fabio Capello dio la confianza de la titularidad por encima del veterano David James y del juvenil Joe Hart, está que no lo calienta ni el sol. El prestigioso diario The Times de Londres ya clasificó su bobada como “el peor error cometido por un guardameta inglés en un torneo de relevancia en la historia” y está llevando a cabo una encuesta en su sitio Web para ver si los aficionados prefieren que James o Hart sustituyan a Green para el partido contra Argelia el 18.

Green no ha dicho esta boca es mía, al menos al momento de escribir este blog. Bien podría culpar al balón – muchos guardametas se han quejado de los imprevisibles giros y botes del balón mundialista. Pero el hecho aquí queda: el tiro de Clint Dempsey era parable, y le rebotó de los guantes hacia el interior de la meta.

¿Es el error de Green el gol más tonto en la historia de los Mundiales?

Yo recuerdo al menos otros cinco iguales de desastrosos.

2002: Cuartos de final del Mundial Corea-Japón, 21 de junio en Shizuoka. Inglaterra y Brasil van empatados 1-1 cuando Ronaldinho Gaúcho cobra un libre directo desde 42 metros y, viendo adelantado al meta inglés David Seaman, le clava una velita perfecta. Seaman, por cierto, se había tragado un gol casi idéntico en 1995 del ceutí Mohamed Alí Nayim que significó el triunfo de Zaragoza 2-1, en tiempo extra, en la final de la Recopa ante el Arsenal.

1990: Mundial de Italia. Octavos de final. 23 de junio en Nápoles. René Higuita, guardameta de Colombia, demuestra su impresionante coeficiente intelectual cuando, por andar jugueteando a tres cuartos de cancha, es desposeído del balón por Roger Milla, quien marca a puerta vacía. Camerún vence 2-1 a Colombia.

1970: Mundial de México. Final. Junio 21 en el Estadio Azteca. Brasil gana 1-0 a Italia, cuando un pase errado de Clodoaldo a Brito provoca que Boninsegna se robe el balón y avance a la meta carioca. Félix, el meta, sale alocadamente, se hace un lío con Brito, y entre los dos dejan solo al delantero italiano quien anota el momentáneo empate.

1970: También en el Mundial de México. Cuartos de Final. 14 de junio en Toluca. México gana 1-0 a Italia, cuando un servicio cruzado de Domenghini es desviado por Gustavo “Halcón” Peña y el arquero mexicano, Ignacio Calderón, se traga la píldora. Calderón viviría una tarde fatal, aceptando tres goles más de la Squadra Azzurra.

1978: Primera fase del Mundial 1974. 18 de junio en Gelsenkirchen, y 19 de junio en Múnich. Yugoslavia y Polonia, respectivamente, destrozan a Zaire y Haití, que habían tenido el atrevimiento de llegar a un Mundial, por 9-0 en el primer caso, y 7-0 en el segundo. No todos los 16 goles son culpa de los desafortunados arqueros (Kazadi Muamba y Tubilandu Ndimbi por Zaire, Henri Francillon por Haití). Pero en muchos de los goles ambos metas, francamente, no tienen ni idea de lo que está pasando.

Green no está sólo. La profesión de portero es la más solitaria e ingrata del mundo.

Friday, June 11, 2010

El mito del eterno retorno... al desastre


Por Gerardo Cárdenas

A estas alturas, querido lector, usted, que es persona informada, ya sabe que comenzó el Mundial 2010, que México y Sudáfrica empataron 1-1, y que Francia y Uruguay aburrieron con un gris 0-0, con lo que el Grupo A ha cumplido sus expectativas de ser, hasta ahora, el Grupo de la Muerte. No le aburriré entonces con detalles de estos juegos, sino que trataré de reflexionar sobre los hilos invisibles que mueven a los futbolistas y a sus técnicos.

Los experimentos de Aguirre

Algo le pasa a este buen hombre que dirige los destinos del “Tri”. Mi lado paranoico cree en una conspiración en la cual los poderes políticos y comerciales del fútbol mexicano le dictan la alineación. Mi lado crédulo estima que tal vez realmente no sabe a quién poner, pero creo que desde que tomó el mando del Tri, Aguirre no ha repetido nunca la misma alineación.

Eso no se puede - no se debe – hacer en un Mundial. Para bien o para mal, eliges 11 titulares, más 4 o 5 tipos que tendrás a la mano para relevos. Y con esa carabela te hundes.

Ante Sudáfrica que, seamos honestos, no tiene mucho fútbol, Aguirre puso al guardameta más enano del Mundial, a un mal carrilero derecho (Paul Aguilar) y a su peor delantero (el Guille Franco). Y a la hora de los sustos, con los Bafana Bafana ganando 1-0 (merced a un zapatazo que cierto guardameta pudo haber desviado, si hubiese tenido 10 o 15 centímetros más de alcance), metió a los que tenían que haber jugado desde el principio.

Un defensa, siempre un defensa

Cuando ya quedaban sólo 12 minutos, el veterano Rafa Márquez anotó el gol del empate mexicano. Es el mito del eterno retorno. Son los defensas, no los delanteros, quienes suelen acudir al rescate de México en partidos claves de los Mundiales: Halcón Peña en 1970, Fernando Quirarte en 1986, el propio Márquez ante Argentina en 2006.

¿Quién jugará entonces por México ante Francia? A este paso, ni idea. ¿Aparecerá Barrera, cuyas descolgadas por los carriles tanto necesitó México? ¿Jugarán Guardado y Hernández desde el inicio? Igual Aguirre mismo se pone botines y salta al campo, junto con los fantasmas de Negrete, Tomás Boy, y hasta Borja o el “Pirata” Fuente. Al paso que vamos…

Once individuos contra un bloque de cemento

Mientras Sudáfrica festejaba, y México eludía visiones de un nuevo desastre mundialista, Francia y Uruguay nos regalaron el primer chorro de plomo del Mundial. Un 0-0 patatero que hizo evidente que el fútbol andaba en otra parte.

Más allá de algún destello de Yoann Gourcuff, Francia demostró que no tiene empaque de equipo. Aparentemente, gente como Ribery, Anelka, Gourcuff, y otros no se llevan bien. Mal asunto para el entrenador Raymond Domenech.

Uruguay sí tiene empaque de equipo. Lo que no tiene es fútbol. Juega a lo de siempre: defensa a ultranza, patadas, y destellos en punta de Diego Forlán. Las patadas le costaron la primera roja del Mundial, en contra de Nicolás Lodeiro. Y Forlán tuvo el gol del triunfo en sus botas pero marró el remate.

Messi, Maradona, y la batalla de Bunker Hill

El sábado, Argentina enfrenta a Nigeria en el debut del Grupo B. El mundo espera la participación del nuevo genio del fútbol, Lio Messi, y espera también con nerviosismo el debut como técnico mundialista de Diego Armando Maradona.

Ingleses y estadounidenses se miden, buscando los primeros la revancha por la sorpresiva derrota del Mundial 1950; y los segundos buscando tal vez su propia afirmación como candidatos a mejores puestos. Es la reedición de la batalla de Bunker Hill, la primera batalla en serio de la guerra de Independencia de Estados Unidos.

Y para los aficionados más irreprimibles – el sábado también juega Corea del Sur y Grecia. Si se levanta usted a las 6:00 am a ver ese partido, mi más profunda admiración.

Wednesday, June 9, 2010

¿Quién fue el mejor de todos los tiempos?

Pregunta complicada no sólo por el hecho de que toda respuesta implica un grado de subjetividad, sino porque además obliga a soslayar diferentes factores de innegable importancia. Si tomamos en cuenta el factor generacional, quienes nacimos en la década de los setenta poco o nada podemos afirmar sobre el legendario Puskas, héroe de la escuadra húngara de 1954. Y si consideramos el factor geográfico, veremos que el prestigio de Maradona en Europa, aunque vigoroso, es menor que el de George Best o el de Cruyff. Y por una combinación de los factores cultural y emotivo, la aparente unanimidad con respecto al reinado de Pelé se rompe en su propia tierra, pues como afirma el escritor Paulo Coelho: "En Brasil amamos a Garrincha más que a Pelé, porque su vida fue trágica y eso nos atrae".

Pero he aquí una lista personal (basada en la cualidades que prefiero: la altura, el liderazgo, la elegancia) que el lector puede corregir y aumentar. Además, una foto (del mejor) y un video (del cuarto).

1. Sócrates
2. Zinedine Zidane
3. Johan Cruyff
4. George Best
5. Diego Armando Maradona
6. Ruud Gullit
7. Dennis Bergkamp
8. Rivaldo
9. Pavel Nedved
10. Steven Gerrard

Cinco buenas razones para ignorar a CR9


por Gerardo Cárdenas

No hay mejor momento para definir principios, establecer credos y trazar fronteras que los Mundiales de fútbol. Cuatro semanas de locura futbolística son pretexto suficiente para dar el puñetazo en la mesa y decir: ¡Yo voy por tal!, o ¡Fulano es el mejor del mundo!

Después ya tendremos el resto de la vida para glosar nuestros asertos, justificar nuestras pasiones, o desmentir nuestras propias palabras.

Es por ello que, a solo horas del inicio del Mundial 2010 en Sudáfrica, he decidido, de forma dramática y drástica, ignorar a Cristiano Ronaldo. Punto.

Creo que mi declaración ha provocado conmoción en Portugal. Me dicen que Fernando Pessoa se ha agitado tanto en su tumba, que ha creado un nuevo alter ego, aún por bautizar. Ya me confirmarán si es verdad.

Por supuesto, también el avezado lector comentará que, si mi objetivo es ignorar a Cristiano Ronaldo, y hacer público mi desdén, el mero hecho de “bloguear” al respecto traiciona y contradice mi objetivo inicial.

Créame, amigo lector, que no estoy para debatir silogismos ni admitir entropías.

Estoy para ver fútbol, y en este Mundial para mí fútbol significa Leo Messi, o Xavi Hernández, o Wayne Rooney, o Robbie van Persie. Fútbol es Iker Casillas, Gerard Piqué, Frank Lampard, Samuel Eto’o, el “Jefecito” Mascherano o Yaya Touré.

No Cristiano Ronaldo. Y le doy estas 5 razones.

1.- El fútbol es de hombres hechos y derechos, no de niños bonitos. El Mundial se juega con el ánimo de una guerra. El campo es trinchera, y los balones son proyectiles. La vida no vale nada y hay que saber dónde meter el balazo. Los niños bonitos, como Cristiano Ronaldo, lloran, corren y se esconden. Y si no me creen, recuerden a Beckham y su pataleta ante Argentina en 1998 luego del encontronazo con Diego Simeone (hombre hecho y derecho).

2.- Cristiano Ronaldo es mustio e hipócrita. ¿Creen que exagero? Recuerden cómo en el pasado mundial, el portugués presionó al árbitro hasta conseguir la expulsión de Wayne Rooney, su propio compañero en el Manchester United, en el partido contra Inglaterra, y cómo luego de forma evidente y obscena, se regocijó del hecho. Y después fue a llorar y quejarse de que en Manchester ya no le querían, y que no le quedaba más remedio que irse a Real Madrid… por la fruslería de 20 millones de dólares al año. O sea.

3.- ¿CR7? ¿CR9? ¿WTF? Cuando jugaba en Manchester, se hacía llamar CR7 (llevaba la camiseta 7). Pasó al Madrid, y como esa camiseta era, y sigue siendo, de Raúl González, entonces pasó a llamarse CR9. Es una de sus típicas payasadas, por no hablar de sus zapatos rosa, o de la obsesión que tiene por sus abdominales o por retratarse en ropa interior.

4.- Cristiano Ronaldo se hace chiquito en los partidos grandes. Verifíquenlo, a la hora de la verdad, cuando hay algo grande en juego, CR9 corre como la rata que es y se esconde en la primera cloaca. En el Mundial 2006, en la semifinal, desapareció ante Francia. En 2009, en la final de la Champions League entre Barcelona y Manchester United, Gerard Piqué lo convirtió en harina de pescado. Y lo mismo hizo este año, cuando Real Madrid se jugaba el título de la Liga española ante el Barcelona, y CR9 hizo mutis. Como siempre que hay algo valioso en juego.

5.- Cristiano Ronaldo no ha inventado nada. Pese a que él cree haber inventado el fútbol portugués, mucho antes que CR9 hubo gigantes del balompié como Eusebio, Mario Coluna, Antonio Simoes, Fernando Chalana, Rui Costa y Paulo Futre. Eusebio y Futre siguen siendo, y seguirán siendo para mí los más grandes jugadores lusitanos de la historia. CR9 tal vez nunca los vio jugar, estaría distraído admirándose los deltoides.

Seré coherente conmigo mismo. Para ignorar a CR9, acompaño este blog con una foto de la selección de Portugal en 1966, y unos vídeos de Eusebio y Futre. Ojalá el amable lector los disfrute, y se una a mi boicot contra… bueno, el tipo ese.



Monday, June 7, 2010

Friday on My Mind

Yes, Friday is on everybody's mind. There is only one thing you should remember: avoid Univision, please! Chilavert will be there. Only two men on this planet can claim to be dumber than him: Materazzi and Totti. What a trio!

While we wait, we can listen the Easybeats. It is a great song, I promise.

Sunday, June 6, 2010

La leyenda del torpedo asesino

Por Gerardo Cárdenas

No estaba hecho su cuerpo para las exigencias del fútbol alemán. Chaparrón, paticorto, lento, nada tenía que ver con las figuras atléticas de contemporáneos como Beckenbauer, Schwarzenbeck u Overath. Era el suyo un cuerpo más hecho para las minas de la cuenca del Ruhr, o para las líneas de armado automovilístico de Wolfsburg. Sólo los muslos, que eran gruesos como troncos y pletóricos de músculo, traicionaban su verdadero oficio.

Era más fácil imaginárselo con el overol azul del obrero, manchado de grasa o carbón, con el cigarrillo en la comisura de los labios, dándole fondo a una pinta de cerveza ambarina y a una colosal salchicha en algún Biergarten muniqués, después de largas horas de arbeit, bromeando con los amigos y echándole ojo a las pechugas de las meseras.

Mucho más difícil es imaginárselo anotando el gol que permitiría a Alemania ganar su segundo Mundial, tras el épico triunfo de 2-1 sobre la Naranja Mecánica de Cruyff y Neeskens.

Pero Gerhard Müller, Torpedo, tiene su nombre inscrito para siempre no sólo en los anales del futbol alemán, sino del Mundial. Pese a sus limitaciones físicas, hizo 558 goles en 628 partidos oficiales, y aún tiene el récord de goles en un Mundial, con 10 tantos en el México 70.

Sin técnica ni velocidad, era letal, como la mordedura de la serpiente mamba. Marcaba con la cabeza, con los dos pies, en corto, de larga distancia, al primer toque, al rebote, de volea, al bote pronto. Marcaba cuando era posible, y cuando era imposible.

Quizás el amable lector ya ha intuido alguna preferencia personal por Müller. Con sólo ocho años tuve el privilegio de estar en el Estadio Azteca el día de la semifinal mundialista Italia vs Alemania, el llamado “Partido del Siglo”. El mundo recuerda esa lucha de colosos, que Italia ganó 4-3 en tiempo extra, por el empaque y valentía de Beckenbauer, que jugó parte del partido con un hombro dislocado. O por el gol final del “Bambino d’Oro” Gianni Rivera. Yo nunca olvidaré el partido por eso, y porque Müller hizo dos goles, ambos atropellados y de carambola, y el segundo, el del 3-3, fue el típico gol de Müller, un cabezazo torpe, pero que se coló entre Albertossi y Rivera, que se recriminaban el uno al otro, con gesticulaciones dignas de Verdi o Puccini, mientras Torpedo celebraba explosivamente el empate.

Müller fue siete veces campeón de goleo en Alemania, dos veces Bota de Oro de Europa, y una vez Balón de Oro, además de cuatro veces máximo goleador de la antigua Copa de Europa, y una vez de la Eurocopa de Naciones. Con Bayern Múnich, con el que jugó casi toda su carrera, ganó cuatro Bundesligas, cuatro Copas, tres Copas de Europa, una Intercontinental y una Recopa.

Para el Mundial de 1974, jugado en su tierra, Müller era ya un veterano que sólo hizo cuatro goles: uno a Australia, otro a Yugoslavia, el tercero a Polonia.

Pero el cuarto, y final, cimentó su leyenda. Y fue el típico gol del Torpedo.

Alemania y Holanda empataban 1-1, todavía en el primer tiempo de la final. A dos minutos del descanso, Rainer Bonhof penetró en el área holandesa y centró a Müller, quien por supuesto no pudo controlar el balón a la primera. Tuvo que darse media vuelta, y rodeado de holandeses, largó un disparo flojo, raso y cruzado, pero que se clavó en las mallas. Y con eso bastó.

Grandes jugadores han vestido la camiseta de Alemania desde entonces. Bernd Schuster, Karl Heinz Rummenigge, Olivier Bierhoff, Michael Ballack. Para el Mundial 2010, Alemania resolverá sus necesidades de gol con Miroslav Klose y Lukas Podolski, ambos de origen polaco, Mario Gómez, hijo de español, y Cacau, un brasileño nacionalizado teutón.

Ninguno de estos causa el terror en las áreas rivales, que el chaparrón número 13 provocaba. Todos son atletas de largos miembros, torsos de gimnasta olímpico y velocidad de galgo. Pero sólo Müller creaba goles de balones muertos. Quinientas cincuenta y ocho veces balones tocados por el bávaro paticorto y de juego elemental, subieron al marcador.

Jugadores como él, ya no quedan muchos.

Gerardo Cárdenas, escritor mexicano, es director editorial de la revista Contratiempo (www.revistacontratiempo.com). Su blog, Ciudad de los Vientos, puede verse en www.gerardo1313.wordpress.com

Saturday, June 5, 2010

Clarence the Likeable

Clarence Seedorf ni siquiera figura en la lista Maxim de las leyendas vivas del sexo. En un mundo que venera cantidades, Seedorf no puede dar una cifra extravagante. Es un seductor, sí; y todo el mundo lo sabe; pero de aquellos que toman en cuenta el detalle, la elegancia y hasta cierto punto el talento y la cultura de sus amantes. Seedorf además, sabe ser amigo, y lo ha sido -hasta límites riesgosos- de muchas de las mujeres de sus colegas del Calcio. Italia ha aprendido a quererlo porque a pesar de que se filtra en alcobas ajenas, no gusta de los escándalos y mantiene un perfil bajo.

En las listas de los portentos sexuales abundan, por lo general, estrellas del rock, como el baterista Wyman. Rara vez destaca un deportista. Y es que el rock está emparentado con el caos de la vida nocturna, con el alcohol y las drogas. El deporte, en cambio, exige una disciplina monacal y en no pocas ocasiones una abstención absoluta. Es raro el caso del tenista Ilie Nastase, que en una entrevista con Michael Palin negó haberse acostado con 2500 mujeres, como dice su biógrafo: "En verdad sólo fueron 900, pero el libro necesitaba énfasis". Igual de raro es el caso del fauno Marat Safin, the eternal partygoer, que desvirgó a la mitad de su gremio y vive en Moscú como un zar de la industria porno.

Seedorf no es así. Para lograr la calidad futbolística que lo ha hecho famoso, ha necesitado esfuerzo y disciplina. No desvelos, no drogas, no parrandas, no escapadas al Distrito Rojo ni aventuras intrascendentes en las discos de Milán o Roma. Seedorf ha apostado por el tiempo y ha sabido querer a sus amantes, que siempre lo supieron compartido, pero fiel a su modo. El número no importa, pero sí el estilo. El caso más excepcional tal vez sea el de Chiara Caselli, la bellísima e inteligente italiana que cautivó los cansados corazones de Rivette, Antonioni y Bellocchio; la que enamoró hasta la perdición a Brisseau y Robbe Grillet tras su paso destructor por Francia. Con Seedorf, Chiara fue una gatita sumisa, dividida entre su corazón, que intuía a la bestia, y su razón, que medía en él su carisma, su encanto, su suavidad traidora.

El mundo está lleno de chicos malos y el deporte no es una excepción. Hemos escuchado del pequeño ejército de tatuados que lidera Materazzi, de los seductores al estilo de Buffon, de las fiestas neoyorquinas donde se empapan a besos Cristiano Ronaldo y la heredera del imperio Hilton. Seedorf no pertenece a esa galería ingenua donde lo que más importa es la imagen. Es un hombre duro, forjado en la escuela de la calle, con una sabiduría instintiva del amor y el sexo, que no conoce fronteras. Sus amantes llevan todavía, en las muñecas y los tobillos, huellas de sogas y cadenas; y en la espalda y las caderas, la cólera del latigo que así como ama fustiga.

No, con Seedorf la historia es diferente. No importa la kawasaki diseñada para un sólo ídolo, ni el Ferrari Diablo, ni el Piguet en la muñeca izquierda. Importan las maneras. Interrogada sobre su cualidad principal, Chiara Maselli ha dicho escuetamente que es un hombre "suave". Efectivamente. Seedorf apuesta por la pausa, la tranquilidad, las horas y los días. Sonríe como en estado de gracia y emite solamente la palabra necesaria. Es un hombre relativamente culto. Sabe de literatura, música y quiromancia. Soñaba con ser mago, y lo es de algún modo. ¿Quién no cae por un hombre que sabe leerte la mano con sublime elegancia? En cierta ocasión le pidieron a Charlotte Rampling que definiera a un hombre encantador. Había conocido a Seedorf en una playa de Sesamo y pronunció su nombre en respuesta. ¡Ay, Charlotte! Tiene ya sesenta años y yo me casaría con ella sin pensarlo.

La única indiscreción de Seedorf tal vez haya sido el famoso affair Ronaldo. Pero no fue culpa suya, sino de la prensa amarilla de Italia. Todos saben del gusto especial que Seedorf tiene por la mujer brasileña. La hermosa Luviana ya le dio tres hijos. Clarence no podía ser indiferente al coqueteo incesante de la hermosa Milene. Su paso fue silencioso, su salto fue de tigre, su desempeño de toro. Y ella estuvo a la altura y sacó toda su garra amazónica. Fue Calipso, Circe y Ménade a un tiempo, y tras la hora del amor, dejó que el hombre se fuera. Suficientes nuevas para la nota picante. Clarence salió en los periódicos, Milene escapó a Brasil, Ronaldo estrenó cuernos.

Meses después, Milene, al ser interrogada en torno a Seedorf, solamente dijo que era un hombre "suave". Y tal vez esa palabra lo defina todo. Porque uno siempre imagina la sonrisa encantadora de Seedorf y recuerda al memorable personaje de Mel Brooks, ese malvado que todo lo conquista con una amabilidad devastadora: Simon the Likeable. Sí, cuando uno piensa en Seedorf, piensa en Clarence the Likeable.

Friday, June 4, 2010

Semifinal alemana


Ulrich Hesse ha descifrado el destino de Alemania en Sudáfrica: "Si no campeona, por lo menos llegará a semifinales". ¿Por qué? Porque siempre lo ha hecho. Incluso cuando no contaba con jugadores de mucho talento, Alemania siempre se las arregló para avanzar a las últimas etapas del torneo: en 1986, con Rumenigge como su única estrella, jugó la final contra Argentina; en el 2002, con Ballack como su único peón de valor excepcional, jugó la final contra Brasil y casi la gana. Imagínense las consecuencias cuando el equipo es bueno o demasiado bueno. Con Voller, Klinsmann y Littbarski, era inevitable que se coronaran en 1990, a pesar de la Holanda de Van Basten y Gullit.

La selección de hoy en día no es peor que la de 1986. Y si bien Ballack se ha lesionado, el equipo pronto halló un remedio más o menos impensable: la voluntad inexperta. Su esperanza es ahora turca y se apellida Ozil. El hombre es una bala escurridiza, un silbador navideño, y su pie derecho quiere imitar al de Robben e incluso al de Messi. El futuro, para los teutones, de a poquitos luce promisorio.

Los que hemos visto los partidos de Alemania en los mundiales siempre hemos escuchado, de boca de cualquier comentarista, la enumeración de sus virtudes más obvias: la disciplina, la organización y el carácter. En dos palabras, siempre es un equipo ordenado que funciona igual cuando vence y cuando pierde. No se hunde, no se desmorona, es enteramente estable.

Podríamos agregar una que otra sutileza. Por ejemplo la simetría. Alemania entiende a la perfección que en la cancha hay dos arcos, dos equipos, dos espacios definidos de combate; sabe que el partido está dividido en dos partes exactamente iguales, y que lo único que cambia es la posición con respecto al sol, cuando no llueve. Alemania por eso juega con el tiempo y el espacio, dosifica su esfuerzo matemáticamente y hiere cuando se debe. En la Euro del 2008, su victoria sobre Portugal sorprendió a todo el mundo, menos a Hesse. ¿Cómo era posible? ¿No estaban en la cancha Deco, Ronaldo, Pepe y Carvallo? Sí, estaban allí, pero alegres, como si el partido no tuviese plan, como si fuese un paso previo a lo que realmente importa, que es el carnaval. Alemania aplicó esta vez la simetría con exactitud pitagórica. Metió 3 goles, cada uno separado del otro por sólo 15 minutos. Los tres nacidos por la banda derecha del campo, con el mismo trazo, la misma fuerza, la misma efectividad y los mismos protagonistas. Ronaldo estaba perdido y ya quería llorar. El reloj se fabrica en Suiza, pero su altar está en Munich.

Una vez que la victoria clínica ya estaba consumada, Alemania redujo el esfuerzo, procuró la posesión y el dilatamiento de las jugadas inútiles. No es como Holanda, no busca más, no se desespera, no tiene hambre: come lo que necesita. Los anónimos hijos del Rin llegaron a otra final ante la mirada estupefacta de Iniesta.

Alemania no es inocente. Siempre sabe lo que tiene. A diferencia de Brasil o Argentina -que siempre se ven campeones- elude el primer plano, no se quiere favorita. No es modestia, sino realismo. Y su carácter se adapta a esta manera peculiar de percibir la realidad. En el 98, en Francia, se supieron cansados, aceptaron por anticipado que la gloria conoce declives y luchando le cedieron el honor, por una vez, a Croacia. Es un rival generoso, porque la educación viene a menudo con gestos benevolentes. Aquella Alemania era ciertamente modesta, sin más fuerza que su antigua dignidad batallaba todavía con los restos del año 90. En octavos de final, bajo un calor indeclinable, llegaron a creer que incluso México era mejor: un equipo tan batallador, con tanta voluntad de superarse, merecía ganar aquel partido. Y Alemania lo aceptó, pero México no. Le ganó la soberbia; o mejor, la soberbia de un caudillo. García Aspe insultó de muy mala manera a Bierhoff. La reacción fue simétrica e inmediata. Klinsmann mató, Bierhoff remató y el tiempo dio el tiro de gracia. Quedaban 20 minutos, lo dividieron en dos, y en cada porción anotaron. ¿Por qué? Porque en el fútbol es necesario mantener la caballerosidad y castigar a quien la mancilla. Rudi Voller, alemán por los cuatro costados, le ha perdonado a Frank Rijkaard el terrible escupitajo que le clavó en la quijada, durante el Mundial de Italia. Es raro ver a un Alemán perdiendo el juicio. Dejar esas cosas feas a los Italianos, que agreden incluso cuando no hay motivo.

¿Le suenan al lector los nombres de Lam, Mertesacker o Gomez? ¿Quién será Lukas Podolski? No importa. Son los desconocidos de siempre. Porque la tradición ha sabido crear, en Alemania, eso que Hesse llama un "Equipo de Torneo". No hay manera de saber cómo lograrán su objetivo. Solamente se sabe que lo harán una vez más porque siempre lo han hecho. Hesse le dice en un germano susurro a la escandalosa prensa inglesa: "We produce when the chips are down. We are not worried... You should be".

Thursday, June 3, 2010

Obra maestra

¿Es posible hablar de obras maestras en el fútbol? Que opine el lector. He aquí una jugada perfecta, mezcla de posesión, precisión e inspiración colectiva. Nótese además que el pase clave es de Riquelme. No sorprende que en el mundo existan riquelmistas.


Eliminadas

La noticia ha provocado opiniones opuestas. Fabio Capello, fiel a una concepción monacal del fútbol, prohibió la presencia de las WAGs en el campamento británico de Sudáfrica. WAG es un término bastante feo al que la prensa inglesa recurre para designar a las esposas y novias de las estrellas del fútbol. Las WAGs suelen ocupar las principales páginas de los diarios sensacionalistas de Londres, pero no sólo por el nombre de su pareja, sino también -y tal vez sobre todo- por su belleza. Los futbolistas de éxito han adquirido la costumbre de hallar cónyuges al borde de las pasarelas. Hasta el más feo, si es capaz de meter unos cuantos goles en la Liga, puede soñar con una modelo. Quien no lo crea, que revise las fotos de la novia de Crouch en el Internet -y el hombre está lejos de ser un Adonis.

A Fabio Capello, entrenador de Inglaterra, no le gusta este circo. Quiere que sus jugadores se concentren en el fútbol. Y los comentaristas más conservadores de la prensa británica le han dado la razón; es más, lo han aplaudido. En el campamento británico Capello no está solo. Río Ferdinand, flamante capitán del seleccionado, está de acuerdo con la medida. Tampoco quiere candilejas. Menosprecia la prensa de espectáculos y sostiene firmemente que el fútbol no es parte de la farándula.

Los tiempos, sin embargo, cambian. Sven Goran Erickson, que alguna vez entrenó a la selección inglesa, criticó la decisión de Capello. “El torneo mundial es muy duro y los jugadores pasan por momentos muy tensos; la única manera que tienen de relajarse un poco es dedicándole un tiempo a su familia. No veo nada de malo en que después de cada partido, los chicos se encuentren con sus esposas”.

Capello, al parecer, ha sentido cierta presión externa. En nuestros días el fútbol, convertido en gran negocio, sí es parte del espectáculo. Se fomenta por eso una industria de la imagen. En la portada más reciente de Vanity Fair, por ejemplo, posa el dúo letal: Drogba y Cristiano Ronaldo, con arete y todo. Puesto que a un mundial moderno no se le puede quitar este elemento triste, Capello sabe que las WAGs estarán en Sudáfrica, pero no permitirá que vivan en el mismo hotel en que duermen sus maridos.

En 1982 el fútbol era cosa seria. Lo sabemos quienes llegamos a vivir el legendario Mundial de España. Cada partido era una revelación. Al menos por 90 minutos, a nadie le importaba lo que ocurría más allá de la cancha. Hoy las cámaras buscan afanosas, en las tribunas del estadio, a la señora Gerrard o a la novia de Walcott; a la modelo que se matrimonió con Buffon o al ejército de seducidas por Seedorf. ¿Quién quiere saber del estilo que proponen Lippi, Domenech o Parreira? ¿Qué nota curiosa puede provocar un personaje árido como Dunga? Busquemos mejor a Victoria Beckham. El fútbol está pasando a un segundísimo plano.

Capello no quiere que eso pase. Y si en sus manos estuviera el destino de la imagen mundialista, hubiera eliminado a esta selección femenina cuya foto me atrevo a publicar sin permiso.




Wednesday, June 2, 2010

The Best Game Ever?

The match between Netherlands and Argentina in 1974 may not be the best game ever. But one can easily say that Netherlands 74 is in fact the best team ever. Here is the video. Plus, Mariska Veres joins Rep, Krol, and Rensenbrink to sing Mighty Joe in La Hague.




Entrenador: Nota para un diccionario futbolístico


También recibe el nombre de Director Técnico o Estratega. Describir sintéticamente su oficio puede ser un dolor de cabeza si no apelamos a la vaguedad y la dispersión. Digamos por ello, que el entrenador es el encargado de crear y desarrollar un equipo en términos de estilo, preparación física y estrategia de juego; todo esto en un nivel ideal, porque en no pocas ocasiones el entrenador hace exactamente lo contrario. Para ahondar un poco más en la idea del entrenador, veamos algunos ejemplos concretos:

Telé Santa (entrenador de Brasil en 1982).- Su emblema era la libertad, es decir, no sacrificaba el talento de sus jugadores en nombre de los resultados, sino todo lo contrario, el resultado tenía que ser la consecuencia natural de la calidad del juego. El mundo no es ideal, y por ello Brasil perdió ante Italia en el Mundial de España. La afición siempre lo recordará porque fue el último entrenador que contemplaba el fútbol como fenómeno estético. El despliegue de su equipo, más que deportivo, era dancístico: lo prueba el ritmo pausado y sabio que le imponía al juego Sócrates, el maravilloso trato de balón de Zico y Eder, el vuelo más que el movimiento lateral de Falcao y la magia de Junior. En 1974, Holanda había revolucionado el fútbol. Telé Santana intentó regresar a la fuente primordial de la belleza, esa que ilustra el Brasil del 70, pero el suyo fue un intento agónico que resalta una vez más la belleza de ciertos fracasos.

Carlos Alberto Parreira (entrenador de Brasil en 1994).- Todo aquello que hizo Telé Santana, vino a deshacerlo Carlos Alberto Parreira. Con él se acabó el lujo, el preciosismo, el ritmo pausado y sobre todo el riesgo. Brasil se convirtió en un equipo conservador capaz de ganar incluso por penales. La final del Mundial de 1994 fue la más horrible que registra la historia del fútbol, y lleva la firma de Parreira, que entiende a la perfección que el fútbol, más que arte, es negocio. A Parreira no podía tocarle un jugador culto y socialista como Sócrates, sino un dictador como Dunga; su fútbol no puede ser de izquierda, sino necesariamente de derecha: es un fútbol tacaño que elabora en función del resultado y que limita el potencial del individuo en nombre del equipo; aunque hasta ahora no se sabe si el Brasil de 1994 tenía algún individuo en sus filas.

Luiz Felipe Scolari (entrenador de Brasil en 2002, y de Portugal en 2006).- Al pragmatismo de Parreira, Scolari le sumó la dura verdad de la lucha libre. El fútbol, según su entender, comprende, además de las destrezas usuales, la maña para el torniquete y la patada voladora, el escupitajo escondido, los insultos acompañados de pellizcos obscenos y la falta como parte esencial de la estrategia. El gran mérito de Scolari consiste en haber integrado el juego sucio a su esquema en un contexto que por naturaleza lo rechaza, es decir, allí donde el talento sobra. Ver a Deco aplicando un codazo o una patada traidora es tan absurdo como ver a Bilardo leyendo un libro de poesía.

Carlos Salvador Bilardo (entrenador de Argentina en 1985).- Si Bilardo fuera una invención literaria, sería parte de una Historia barrial de la infamia. Su mayor delito lo cometió en 1985, durante el partido que Argentina jugaba contra Perú por las eliminatorias al Mundial de México. Argentina era Maradona, Valdano y 9 obreros de limitado talento; Perú tenía por lo menos 6 jugadores de gran calibre y uno de baja ralea. El resultado fue lógico hasta el último minuto: Perú ganaba 2-1. Y así hubiera terminado el encuentro, si Bilardo no hubiera visitado los arrabales de Buenos Aires la noche previa al encuentro. Allí encontró a Julián Camino, que acababa de afilar su chaira. El sujeto, que más sabía de navajas que de pelotas, entró al partido por apenas diez minutos, con el único objetivo de volarle la pierna a Franco Navarro, la estrella del fútbol peruano. Con esa miserable canallada comienza la gloria de Bilardo, que se coronó campeón en México por esas injusticias que saturan la historia del fútbol.

Sven Goran Erickson (Inglaterra 2002-2006).- La filosofía de Sven Goran Erickson podría sintetizarse de esta manera: un inglés puede jugar con la frialdad de un sueco. Verdad que no corrobora la pasión de las tribunas. En Inglaterra el fútbol es tan importante como la política y la economía, y si en sus batallones futbolísticos se cuenta con talentos como Lampard, Beckham, Gerrard, Owen, Cole y Rio Ferdinand, el fracaso es como la malversación de fondos. Erickson no fue el vikingo que todos esperaban, sino un respetuoso producto de la socialdemocracia sueca aterrado ante la posibilidad de un exceso, de un riesgo que significara la eliminación o el mayor trofeo. No es que el fútbol inglés sea romántico, pero sí es por naturaleza batallador, pendenciero y mortalmente eficaz. En tiempos de Gascoigne, Inglaterra no tenía un gran equipo, pero llegó a semifinales; en tiempos de Erickson, Inglaterra tuvo un gran equipo, y se quedaron en octavos. El fracaso ni siquiera fue honorable. Fue sencillamente feo.

Rinus Michaels (Holanda 1974).- No sé si es el inventor del fútbol total –ese estilo en que cada jugador cumple todas las funciones y se multiplica de tal modo que su equipo parece que tiene más de quince hombres-, pero sí sé que su concepción y su práctica del mundo me convenció de algo: el fútbol, como cualquier arte, evoluciona, y las cualidades que antes uno tenía por exclusivamente físicas o deportivas –la velocidad, la fuerza y la resistencia- son también cualidades estéticas. Su Holanda era un equipo físico, es verdad, pero su capacidad de improvisación, su flexibilidad y armonía, la alejaban de la rigidez predominante en Europa. La demolición de Argentina es una lección artística; y la de Brasil una lección moral. Holanda no campeonó, pero fue acaso la mejor selección de toda la historia.

(Foto, from Flicker: Sócrates, el hombre orquesta de Santana)

Holanda



Ese cronista excepcional que es Juan Villoro ha definido así a la Naranja Mecánica: “Sabemos por Tolstoi que las familias felices no producen novelas. Tampoco producen futbolistas… El hombre canta ópera o rompe récords porque le pasó algo horrendo. En los juegos de conjunto, el sentido de la tragedia debe tocar a todo el colectivo. Pensemos en Holanda: su drama futbolístico estriba en carecer de drama. La patria de Rembrandt tiene suficientes claroscuros para provocar riñas en sus bares o hacer interesantes las novelas de Harry Mulisch; sin embargo, a sus futbolistas les falta una dosis de dolor para ganar partidos.”

La contraparte de este cuadro de felicidad, según Villoro, sería Brasil; selección que recluta sus valores en los barrios más pobres, donde los muchachos de talento, que no tienen ni un peso para el boleto del bus, tienen que caminar kilómetros de distancia, sin zapatos, para poder entrenar en las canchas de un club de renombre. Es la historia de Rivaldo y de muchos otros. Escuela del dolor, Brasil ha logrado cinco campeonatos mundiales.

Maticemos un poco este punto de vista. Brasil ya no es más una selección de indigentes. Muchos de sus futbolistas provienen de la clase media. Las academias de fútbol, semilleros de la selección, reciben solamente a aquellos que tienen medios para solventar su aprendizaje. La era de la pelota de trapo ha culminado. Tras la muerte de la poesía y la tragedia emerge un espíritu tecnocrático, un sistema que lo abarca todo con un solo objetivo: campeonar y generar dinero. No es lo mismo el Brasil del 82 que el del 94.

Holanda, por su parte, es una sociedad sin mayúsculos problemas económicos, pero con muchos conflictos raciales. Los inmigrantes de Surinam tal vez no se estén muriendo de hambre ni viviendo en favelas, pero la vida en una sociedad donde la segregación persiste no puede ser un lecho de rosas. En Holanda, como en cualquier parte del mundo, hay drama y tragedia, problemas dolorosos que no acechan a las “familias felices.” Como muchas metrópolis del primer mundo, Amsterdam puede esperar a su Tolstoi.

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En 1974 Holanda no sufría estas contradicciones raciales porque el equipo era enteramente blanco; y aunque su estilo de juego reflejaba el orden, la armonía parcial y la bonanza de una sociedad más o menos feliz, el onceno de Rinus Michels era también la expresión de una rebeldía generacional que poco tenía de ingenua. Kroll, Neeskens, Repp y Cruyff, son hijos del rock & roll y la revolución hippie. Al verlos uno recuerda a los estudiantes de Berkeley. Mientras Alemania permanecía estancada en su disciplina marcial, al extremo que su líder era un “káiser”, Holanda vino a representar valores civiles como la imaginación y la libertad y fue el campeón moral de aquel año.

Pero aún minimizando las circunstancias vitales del equipo de Cruyff más allá del estadio, no se puede soslayar el intenso drama que ocurría adentro. La Naranja Mecánica apostó por el riesgo y la aventura, por el vértigo y el movimiento imparable. Su tendencia natural al ataque avasallante, su gusto por la goleada, prodigaron al espectador emociones muy fuertes que iban del éxtasis al desconsuelo sin conocer punto medio. Es cierto que todo eso duraba lo que un solo partido. Fuera del estadio, la vida continuaba, y la gesta comenzaba a convertirse en no más que un grato recuerdo. ¿Pero no debiera ser así el fútbol? ¿Para qué llevarlo a las calles? ¿Para qué el desfile de banderas, la irrupción de esa violencia propia de la manada que certifica su victoria o su derrota con macanas y piedras? El fútbol debiera ser solamente un recreo del espíritu, una manera digna de endulzar el ocio.

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El estilo que Rinus Michels quiso convertir en tradición apunta a la creatividad y el goce, no especula en pos de la victoria y lo arriesga todo en la cancha; postula un fútbol romántico, si se quiere, pródigo en destellos, sin ansias de una gloria triste y deslucida, sin la gula que caracteriza a los que buscan ganar por cualquier medio. La filosofía de este fútbol la definen a la perfección dos argentinos. “No hay pretexto para quedarse parado en la cancha, el fútbol es velocidad y movimiento”, ha dicho Bielsa. “Jamás meter un gol con violencia”, ha sentenciado Menotti. Santana hubiera agregado: “Dejar jugar al rival, darle espacios a su genio e imponerle nuestro ritmo”.

La Holanda de hoy se nutre de esa tradición parcialmente. Están presentes todavía el vértigo, la velocidad, la improvisación, las combinaciones seductoras y la avalancha de goles. Pero los tiempos cambian y Europa está herida de racismo. Holanda no puede ser más la encarnación de la civilidad y la tolerancia. En 1998, divisiones raciales impidieron que llegara a la final en Francia. Diez años más tarde, Van Basten se dio el lujo de prescindir de Kluivert, Davids y Seedorf, los tres negros, tanto en Alemania como en Suiza, y en ambos torneos Holanda fue eliminada. Van Basten pretendió ignorar una verdad muy sencilla: el rostro de la Naranja Mecánica ya no puede ser el del 74, tiene que reflejar la pluralidad del mundo actual, su tendencia a la mezcla enriquecedora. A la sangre blanca y negra ya se suma la influencia árabe: Ibrahim Afellay, Klas Jan Huntelaar y Eljero Elia, son el rostro tricolor de la nueva Holanda.

(From P. Cassidy, Flickr: demolición de Argentina en 1974. Final score: 4-0)