Friday, June 18, 2010

Me autoelimino

Hoy, exactamente a las 7:15 del día, decidí cerrar este blog. ¿Por qué? Porque le digo adiós al Mundial. No estoy molesto ni frustrado, porque no soy tonto y descubro a tiempo el peso engañoso de las ilusiones. Sencillamente veo que ya no tiene sentido, que no se justifica el tiempo invertido, que es mejor leer o escribir libros. La revelación, repito, vino a las 7:15 de la mañana; y el detonante no podía ser más oportuno y más triste: lo peor que le puede pasar al fútbol es que el árbitro se convierta en protagonista. Y así ocurrió en el encuentro entre Alemania y Serbia, donde el árbitro español Ondino hizo gala de severidad mostrando amarillas y rojas a diestra y siniestra en un juego donde nunca hubo malicia. Hasta ahora el arbitraje había sido inobjetable. Pero al parecer el destino ha querido que en lugar del equipo español brille un árbitro de la Madre Patria. Doble mala suerte para España.
Repito, aquello fue solamente un detonante. Las razones se fueron acumulando y paso a enumerarlas:
1.- El la primera semana del Mundial he visto una cantidad innumerable de equipos malísimos e indignos. Esta es una doble desgracia, porque la dignidad muchas veces eleva a los equipos débiles o mediocres. Y la dignidad solamente se conserva cuando se lucha honorablemente, oponiendo talento a talento, jugando a ganar a pesar de las limitaciones, creciendo en la adversidad, haciendo mucho con poco. Eso ya no pasa en los mundiales, mucho menos en este, que hasta ahora es el peor. Los equipos malos sólo quieren ser espejos de sí mismos, quieren mantener su identidad, no buscan ir más allá. ¿Cuál es entonces la receta del éxito? 9 jugadores en el mediocampo impidiendo la creatividad contraria, 9 jugadores en la defensa para rechazar todo peligro, 5 defensas en la línea de gol para que el arquero no se sienta solo, búsqueda insólita de un golpe de suerte que convierta su miseria en triunfo. Es la historia de Grecia, Suiza, Argelia, Eslovenia, Eslovaquia, Serbia, Australia, Nueva Zelandia, las dos Coreas, Uruguay, Paraguay, Italia y muchos otros. Como los equipos buenos sabían que esto iba ocurrir, decidieron también ser cautos, apostar por la defensa sólida, para evitar sorpresas desagradables. Hay un puñado de equipos dignos: Alemania, Holanda, España, México, Estados Unidos, Inglaterra, Costa de Marfil, Brasil e Inglaterra. Pero con 9 equipos que solamente son dignos, que no tocan la grandeza, no se puede hacer un mundial.
2.- Estoy acostumbrado -mal acostumbrado tal vez- al fútbol épico. Me gustan las grandes batallas que se graban en la memoria por la calidad de los equipos, los jugadores, las jugadas, los goles. Me gustan encuentros similares a los que protagonizaron Rusia y Brasil en el 82, Rusia y Holanda en el 88, Alemania e Italia en el 70, Inglaterra y Camerún en el 90, México y Argentina en el 2006, Francia y Brasil en el 98, Holanda y Checoslovaquia en el 2004. Esos encuentros son cada vez más raros. En la década de los setenta y ochenta eran cosa común en los mundiales, donde todo partido tenía algo de grandeza. Ahora lo que abunda es la mierda. Tener que ver un encuentro entre Suiza y Grecia debe ser la obligación más melancólica de la tierra. El evento espera por su poeta.
3.- Hay una tercera categoría de equipos. Una categoría que en este mundial sólo tiene un representante: Portugal. Los lusitanos son un enigma negativo. Tienen talento de sobra para llegar lejos. Nunca juegan en busca del empate estratégico. Atacan y quieren ganar. Pero como la realidad nunca se acomoda a los sueños, comienzan a desesperarse y a ejercer una práctica que se está volviendo peligrosa tradición: el juego sucio. Los portugueses paten las piernas del rival, usan los brazos y los puños para abrirse paso, practican el insulto desvergonzado (en el partido contra Costa de Marfil, era normal ver a Carvallo y Ronaldo gritando a viva voz "fuck off"). El paso de Scolari por el fútbol lusitano ha tenido consecuencias trágicas.
4.- La intervención intelectual. Desde México hasta España, los intelectuales han comenzado a hablar y escribir de fútbol. Es una suerte de fiebre que ha llegado hasta Chicago. La mayoría de los escritores pretende ir más allá del fútbol, quieren hablar también de su vida y su pasado. Los recuerdos relacionados con Pelé y Maradona se mezclan con nostálgicas memorias familiares; circulan entonces por el texto padres amorosos, amigos perdidos, novias que no fueron, etc. Pura paja, pura paja. Cuando el intelectual no hace eso, quiere ser experto. Así, en el blog de Letras Libres, un pobre infeliz se atreve a corregir las fallas del entrenador mexicano, el Vasco Aguirre, sugieriéndole incluso a quién debe alinear, en qué posición poner a fulano y qué esquema es garantía de triunfo. El hecho de que Aguirre casi nunca explique sus decisiones se debe a que conoce la extensión y el atrevimiento de la ignorancia. Ha tejido glorias en el Atlético de Madrid y su currículum es francamente notable, es ridículo que venga un pinche ratón de biblioteca a decirle lo que tiene que hacer.
5.- El inevitable hombre de empresa. Para evitar las cosas grotescas a que nos acostumbra Univisión, elegí ESPN. Es igual en todas partes. El inevitable hombre de empresa está allí. Todas las compañías del mundo son ahora mundialistas, los jugadores, como putas, salen en todos los comerciales. Revistas como Vanity Fair, que nada tiene que ver con el fútbol, tiene a Ronaldo en la carátula. Se trata de campañas monstruosas para crear ídolos de barro. Quién no sabe que Totti tiene la inteligencia de un caballo, pero no su elegancia; nadie ignora la soberbia de Ronaldo; todos sabemos cuán iletrado puede ser un jugador, pero aún así, saltándose el proceso de alfabetización, puede convertirse en semi-dios. He allí una de las grandes señales del subdesarrollo. Dudo mucho que en Francia o Alemania los niños colecciones figuritas de futbolistas en álbumes multicolores. En el año 82 -qué año para el fútbol, Dios mío- uno podía escuchar con placer a Sócrates. Hombre culto, se había graduado de médico antes de entrar al Corinthians. Encima era militante del partido socialista. Pero militante con criterio.
6.- El afán de victoria. Todos quieren ganar. Es hipócrita quien diga que no. En Argentina se desviven defendiendo el buen fútbol, la creatividad, la imaginación y el talento, pero si campeonan no les importa cómo: por eso tuvieron a Bilardo. Igual ocurre en Brasil. Quisieron olvidar el fracaso del 82 y nos dieron la victoria triste del 94. Los mejores de todos los tiempos jamás campeonaron: ni Sócrates ni Cruyff levantaron la copa. ¿Por qué? Porque para ellos lo primero era la dignidad del juego, su belleza. La victoria le permite soñar al pequeño, pero la historia no lo salva porque el pequeño jamás dejará de serlo. ¿Quién recuerda que Grecia ganó la Euro del 2004? Los que tienen buena memoria, recuerdan más bien la manera infame en que la ganó.
Por mi hermano me acabo de enterar que perdió Alemania. No me sorprende. La estrella del partido fue el árbitro, que quizá no vuelva a arbitrar en este mundial ni en ningún otro. Pobrecito. Es un alma apasionada. Sabe Dios qué traumas lo llevaron a decisiones tan aguerridas. Tiene suerte de que en Alemania no hagan berrinches. Klose casi ni protestó su expulsión. Para la prensa alemana el hecho será noticia de un día, quizás de un par de horas. Otro fue el cantar cuando cierta basura expulsó a Totti en el 2002; los italianos lloraron por cuatro años consecutivos e inventaron un nuevo modelo de inodoro al que bautizaron con el nombre del infeliz árbitro ecuatoriano que tomó la drástica medida.
Adiós Mundial. Voy por un té y a disfrutar de una mañana esplendorosa sin fútbol.
Araña Negra

1 comment:

BETO said...

Mi querido Arañita: no lo tomes tan en serio y no nos abandones; deja que algún amigo te azote bien por una media hora para ayudarte a expulsar los demonios que te atormentan y, ya más relajado, toma asiento frente al televisor, mira el deporte de tus amores, y sigue escribiendo en tu blog.